Es viernes por la tarde y nos
vamos de ejercicios a la casa de los Padres Capuchinos del Cristo del Pardo. Ha
sido un día raro, es la primera vez que vamos de ejercicios con Guadalupe, y no
sé si decir que la primera vez que vamos de ejercicios siendo adultos.
Bueno, nos tenemos que presentar, somos Charo y Pedro, tenemos tres hijos, llevamos 30 años viviendo muy cerca de la parroquia y hemos asistido a la eucaristía en numerosas ocasiones. A lo largo de este tiempo en muchos momentos nos propusimos implicarnos un poco más con nuestra fe, pero con todos los líos de la vida (el trabajo, los hijos la pereza….) lo fuimos posponiendo, nos quedamos en nuestra vida, o como se dice ahora, nos quedamos en “nuestra zona de confort”; desde hace aproximadamente año y medio estamos realizando la Pastoral de Adultos y este año decidimos hacer los ejercicios en marzo.
La verdad que estábamos un poco preocupados, nos habían comentado que este año iban a ser unos ejercicios distintos más basados en el silencio, la oración y la espiritualidad de la Cruz. Pensé que sería mejor que nos fuéramos en nuestro coche por si la cosa se ponía muy mal y nos teníamos que volver, la verdad que ha sido todo lo contrario, es lo que os intentaremos contar a continuación.
Andrea, una compañera de la pastoral de adultos, Maruja, ya veterana en estas lides, que nos había llamado porque no tenía medio de transporte y nosotros llegamos sobre las 7,30 de la tarde a El Pardo. La acogida fue fantástica, como siempre cariñosos, cercanos y amables, en fin, qué os vamos a contar, todos conocéis como es la gente de Guadalupe; la casa de ejercicios, que ya conoceréis muchos, es un lugar privilegiado tanto por la paz que hay, como por la hospitalidad y amabilidad que te brindan desde el primer momento, un sitio precioso. No pudimos tener mejor comienzo, pero lo mejor fue lo que siguió.
Los ejercicios estuvieron
basados en el lema de Guadalupe de este año: ESCUCHA-ORA-TRANSFORMA, y se estructuraron
en estos tres bloques que fueron desarrollándose con charlas seguidas de un
amplio tiempo de reflexión, silencio y oración:
.- Primero hablamos de la escucha, del silencio necesario para poder escuchar la voz de Dios, escuchar la realidad que nos rodea con el fin de poder transformarla, pero no de cualquier forma, nuestra transformación tiene que ser a la luz de Dios.
.- En segundo lugar de la oración, con especial dedicación a la mística y la espiritualidad de Concepción Cabrera de Armida “Conchita”, una espiritualidad muy avanzada para su tiempo y también en la actualidad, con su invitación de seguir a Jesús en su capacidad de amar, y su propuesta de santidad laica; un verdadero regalo.
.- Por último de la transformación, la santidad; haciendo especial hincapié en la llamada del Papa Francisco a la santidad en su exhortación “Gozaos y Regocijaos”. La tarea del ser humano no es hacer cosas sino hacerse a si mismo, tomando conciencia de nuestro verdadero ser, y vivir esa realidad identificándonos con Jesús.
Sobre estos tres pilares se fueron desarrollando los días de ejercicios, la verdad es que nosotros hasta ahora nunca habíamos hecho unos ejercicios así. En la mayoría de los retiros que hemos ido -no sé muy bien qué diferencia hay entre retiros y ejercicios-, el trabajo lo realizaban otros. En estos hemos tenido que trabajar mucho, ha sido un trabajo de búsqueda en nuestro interior, un trabajo a la vez difícil y gratificante.
Fuimos pensando en recibir
unas bonitas charlas y reflexiones por parte de los misioneros y coordinadores,
Fernando, Marco Antonio, Ángeles etc., y resulta que esas charlas y reflexiones
las hemos tenido que construir nosotros, buscando en nuestro interior. Pocas veces habíamos trabajado el silencio interior
-que también necesita del exterior-y la
verdad es que a partir de ahora pensamos seguir trabajándolo, buscando en nuestro
interior para intentar conocernos mejor y así poder escuchar la voz de Dios. Muchas
veces rezamos, pero escuchamos poco, o por lo menos a nosotros nos pasa,
seguramente porque nuestra vida está llena de ruidos que nos impiden oír al Padre;
la hemos llenado nosotros con nuestra mundanidad, nuestras ganas de destacar, de
ser visibles a todos.
A lo largo del fin de semana de ejercicios ha habido cosas que se nos han quedado grabadas, una
frase; “ser Santo significa ser yo mismo, lo difícil es saber quién soy yo”
, otra, “antes de que una persona pueda
ser santa debe ser ante todo persona, con toda su fragilidad”, son conceptos
que nos han llegado al corazón y que nos
han hecho reflexionar sobre lo que le pedimos a la vida.
Hemos sacado una conclusión de estos ejercicios, y es que lo que antes nos parecía una cosa de extraterrestres, incluso una ñoñería de abuelitas, ahora queremos que sea uno de los objetivos de nuestra vida
QUEREMOS SER SANTOS
Santos de los de la puerta
de al lado, como dice el Papa Francisco, santos de los que quieren construir un
mundo más fraterno, más humano, un mundo mejor, santos en las cosas cotidianas
que hacen felices a las personas que los rodean. Una santidad que consiste en
promover en la sociedad un nivel de vida más humano, en, como dice otra de las
frases que se nos han quedado, “en
humanizar la humanidad”.
Lo mejor es que para lograr
este objetivo no tenemos que salir de nuestra realidad, no tengo que pedirme o
ponerme metas que no puedo conseguir, no tengo que esperar nada de “fuera”,
Dios ya nos lo ha dado todo, solo tengo que hacer todo lo mejor que pueda y
sepa, con mis debilidades y defectos, con el fin de construir el Reino de Dios
aquí y ahora, en la medida de mis posibilidades. Tengo que vivir mi vida con el espíritu de Jesús.
Lo más importante que podemos decir después de los ejercicios es GRACIAS:
.- Gracias por habernos abierto
los ojos para poder ver la realidad de otra manera.
.- Gracias por decirnos
que la santidad es también para nosotros, con todo lo que Tú sabes que tenemos
en nuestro corazón.
.- Gracias por renovarnos,
por hacer que pueda comprender que “en mi
debilidad“ Tú te haces grande y me haces santo.
Además de dando las gracias a Dios y a todos los que han colaborado en los ejercicios, nos gustaría terminar con un poema de San Agustin que leyó Marco Antonio al terminar una de sus intervenciones, seguro que muchos lo conocéis, a nosotros nos transmitió la presencia y el encuentro con Dios:
¡Tarde te
amé, hermosura tan antigua y tan nueva,
tarde te amé! y tú estabas dentro de mí y yo afuera,
y así por fuera te buscaba; y, deforme como era,
me lanzaba sobre estas cosas que tú creaste.
Tú
estabas conmigo, pero yo no estaba contigo.
Reteníanme lejos de ti aquellas cosas que,
si no estuviesen en ti, no existirían.
Me llamaste y clamaste, y quebraste mi sordera;
brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera;
exhalaste tu perfume, y lo aspiré, y ahora te anhelo;
gusté de ti, y ahora siento hambre y sed de ti; me tocaste, y deseo con ansia la paz que procede de ti.
Un fuerte abrazo para todos.
Charo y Pedro.
Grupo de Pastoral de
Adultos.