Ruah, la comunidad más joven de Guadalupe

sembrando cosas nuevas

Comuniad RuahEncuentro es la palabra que define el punto de partida de nuestra comunidad. Quienes iniciamos la andadura en la formación de adultos hace cuatro años llegamos a Guadalupe buscando un espacio compartido con otras personas que vibraban con algunas notas comunes: algunos comenzaron por la necesidad de conocer a Jesús; otros, por la necesidad de avivar la fe y caminar la vida interior acompañados por Jesús. Había quienes buscaban formarse, rezar con el Evangelio, sentirse familia; y había quienes deseaban dar a su vida  un enfoque solidario y ofrecer los propios talentos para ayudar a otros…

Los que al cabo de este proceso hemos hallado respuestas (y también nuevas preguntas) a aquellos deseos, formamos hoy una comunidad de 15 miembros que desea caminar a la luz del Evangelio de Jesús. Nuestros orígenes son diversos, nuestra historia personal y de fe es también diferente; también lo son las expectativas de formación y de acción solidaria, pero, como muchos, los martes comenzamos cada encuentro descalzándonos ante el Dios que nos convoca y ante la tierra sagrada que cada un@ es, confiados en que el Espíritu será quien amalgame nuestra diversidad. Es la razón por la que elegimos este nombre inspirador para nuestra comunidad: ruah, aliento de Dios que nos ha empujado a salir de nuestra fe pequeña y exclusiva y que quiere hacernos instrumento de paz en nuestro entorno y en los márgenes.

Guadalupe es para nosotros el lugar del encuentro, la casa que acoge nuestras búsquedas, el lugar donde encontramos el acompañamiento en nuestros procesos de vida y de fe. Los Msps y los laicos que nos han guiado en los inicios de este proyecto son para nosotros un signo del Reino que se cumple aquí y ahora: acoger, enseñar, escuchar, orar en comunión y “gastar” su tiempo con nosotros ha permitido que alumbremos ideas, actitudes, convicciones. También que surjan nuevas preguntas, decisiones y sueños. Los años de pandemia no han sido fáciles tampoco para nuestro proceso comunitario, pero podemos decir con alegría que, pese a todo, en lo que se refiere a este periodo complejo, hemos mantenido la fe y buscado las plataformas necesarias para que el ánimo no quebrase. Es de nuevo la ruah quien ha evitado que, al tambalearnos por sentir el viento en contra, cayésemos abandonando el sueño comunitario.

Con todo, a lo largo de estos cuatro años hemos vivido momentos de duda, de inquietud, de desencuentro incluso; momentos que han supuesto la marcha de algunos hermanos que comenzaron con nosotros el proceso y de quienes hacemos hoy memoria agradecida. No todas las decisiones han sido fáciles ni tampoco todo lo compartido ha sido vivido de la misma forma por cada uno. A la luz de los propios procesos personales y del necesario discernimiento, cada miembro del grupo ha tenido que situarse constantemente ante la propuesta de formar una comunidad fraterna en el entorno de nuestra parroquia: es el compromiso lo que en este tiempo de lo efímero, lo material y lo útil nos impresiona a la vez que nos obliga a mirar en nuestro interior y discernir… La experiencia de otras comunidades que nos preceden en la fe y en las vivencias nos ha ayudado a “aterrizar” algunas de nuestras expectativas. Es importante para nosotros permanecer en contacto con estos “hermanos mayores” que enseñan y acompañan. La espiritualidad de los misioneros que no se aferran a las comodidades ni se instalan en la autocomplacencia es una invitación permanente a evaluar y retomar nuestros principios y es un acicate para ofrecer nuestra capacidad y nuestras ganas al servicio común parroquial y más allá de los límites de Guadalupe, donde se requiera nuestra presencia: ¡ojalá sepamos realmente complicarnos la vida para hacernos serviciales y sembrar cosas nuevas!

 

Con este recorrido en la mochila y los sueños en la mano, este año 2022 hemos empezado a caminar como comunidad organizando las sesiones en tres estilos de reunión que alternamos a lo largo del curso cada martes: encuentros de formación, encuentros de “compartir y celebrar la vida” y encuentros orantes. 

Nos definimos como una comunidad fraterna, convocada por el Espíritu Santo y abierta a su acción transformadora. Nos reconocemos discípulos de Jesús, inquietos, celebrativos y orantes. Nos sentimos libres para ser nosotros mismos y nos identificamos con el respeto y el cuidado mutuos. Queremos comprometernos con la renovación de la Iglesia y nos sentimos impulsados a hacer misión en favor de la dignidad y felicidad de todos, con preferencia por quienes sufren.Comunidad Ruah celebrando

Es la identidad con la que comenzamos esta nueva etapa. De la semilla que depositaron nuestros primeros acompañantes en la fe y los más recientes en esta casa compartida de Guadalupe, brota tímidamente, pero con el ímpetu de la fraternidad, esta comunidad que se suma a tantas otras que hacen de la parroquia un nido de propuestas, un espacio para la acción solidaria y una polifonía que participa en los cambios de la Iglesia del presente. 

Sabemos que no es suficiente el voluntarismo, tampoco bastan nuestras experiencias previas o conocimientos, ni siquiera el armazón de lo institucional puede ser nuestro sustento esencial. Somos conscientes de la necesidad de un compromiso que va más allá del entusiasmo inicial; somos conscientes de que  nos debemos unos a otros un trabajo personal de discernimiento interior y de mano tendida (cada uno según sus posibilidades y su momento); intuimos las dificultades, los escollos y lo inevitable inesperado… Sabemos que la única certeza es que no hay comunidad si no está en el centro quien nos convocó: Jesucristo. Pero gracias a la presencia alentadora del Espíritu, que se manifiesta en quienes nos siguen acompañando en la fe, sabemos también de la esperanza. Nos atrevemos a dar los primeros pasos, a integrarnos en la vida cotidiana de Guadalupe, a poner en obras lo que inicialmente son sólo palabras. Contentos y muy agradecidos a “Guada”, inquietos y con ganas de “hacer ruido” del bueno, del que resulta de trabajar por la unidad y por la justicia, esperanzados como discípulos que han oído la llamada mientras trastean con las redes (las de antaño y las de ahora), pedimos a Dios que también seamos sembradores.

Panta Rei. Nada es coincidencia, todo es providencia

Panta Rei en el jardín de Guadalupe.Cuando recibimos el email para participar en la newsletter, nos inquietamos un poco. ¿Qué podríamos decir, cómo expresarnos? ¿Sería interesante, o un pestiño que nadie quiere leer? Pero luego pensamos que sería bueno para nuestra pequeña comunidad tener la oportunidad de volver a ver, de recordar lo que pensamos e hicimos desde nuestros comienzos…

Así que viajemos atrás en el tiempo, al inicio de nuestro grupo… [Música de Cuéntame]

Panta Rei (Todo Fluye) se inició hace la friolera de 23 años, con un nombre que, aunque no éramos conscientes en ese momento, nos iba a venir al pelo. Fuimos una de las últimas comunidades surgidas de Pastoral Familiar, y cuando empezamos éramos 8 matrimonios de distintas edades: Manuel y Laura, Carlos y Manuela, Manuel y María José, Ignacio y Concha, Javier y Ana, Manuel y Beatriz, Miguel y Victoria, Rafael y Belén… Algunos estábamos recién casados y con los cursos prematrimoniales todavía frescos en la memoria;  otros ya teníamos una vida de pareja de largo recorrido. Nos reuníamos en la parroquia los viernes por la noche, con cena incluida… Los misioneros nos llamaban Panza Rei…porque normalmente había cena más que de sobra. Y la tradición de tomar algo en las reuniones se ha mantenido en el tiempo, aunque sean solo unas galletitas (como ahora, que tenemos las reuniones a las 5 de la tarde).

Luego comenzaron las llegadas de los hijos, tanto biológicos como adoptados, y las dinámicas del grupo tuvieron que ir fluyendo y adaptándose a las necesidades, intentando siempre compartir vida, oración y compromiso. Cambiamos el lugar y el día de las reuniones, de la parroquia los viernes a las casas, los sábados por la noche (siempre con cena incluida). Pronto vimos que reunirnos cada quince días era muy complicado, pues había niños pequeños, adolescentes… así que intentábamos reunirnos cada tres semanas. El calendario de reuniones iba alterándose y modificándose sobre la marcha, según las necesidades de cada uno.

Con el paso de los años algunas parejas se fueron, Beatriz y Manuel, Miguel y Victoria, Belén y Rafael… Un momento especialmente duro para el grupo fue el fallecimiento de Manuela, que durante varios años estuvo luchando contra el cáncer. Costó mucho encajarlo y adaptarnos a su ausencia. Al final, su pareja, Carlos, también dejó el grupo, aunque ambos siguen presentes de alguna manera con nosotros. Nos quedamos cinco parejas. Luego Ana se marchó y el grupo se quedó con los que estamos ahora: Manuel y María José, Ignacio y Concha, Manuel y Laura, y Javier. Y como somos pocos, y si falta una pareja las reuniones quedan un tanto desvaídas, preferimos reunirnos menos, pero estar todos. Esto supone que no podemos tener un calendario muy rígido; es un calendario que fluye y se adapta a la realidad de nuestra comunidad.

La presencia del Padre y la escucha fraterna han estado siempre muy presentes en las dinámicas de nuestro grupo. Aunque hemos tenido varios acompañantes (Juan y Lupe en los inicios, Marco, Toño, que estuvo muy involucrado con nosotros; Fernando en la actualidad, dándolo todo por el grupo…) es el padre Emilio el que quizás más nos haya marcado. Era nuestra guía e intentaba estar siempre en nuestras reuniones. También Marco, incluso cuando era párroco, nos dio mucha caña para que nos pusiéramos las pilas y encontráramos nuestro ritmo, nuestro estilo y nos invitó (más bien, nos empujó) a preparar un proyecto comunitario. Fue un trabajo intenso, pero muy bonito, que nos llevó varios años. Este proyecto nos ha servido para enraizarnos como comunidad y tener claro cuál es el camino que queremos seguir.

Durante los últimos años hemos querido profundizar en la Palabra. Para ello nos hemos apoyado en la lectura de diferentes libros y textos que nos han guiado e iluminado. Entre ellos, podemos destacar Jesús, hoy, de Albert Nolan; Camino de sencillez, de la Madre Teresa de Calcuta; Y Jesús les contó esta parábola, de Santiago García-Lomas; La alegría del Evangelio, del Papa Francisco; Las Bienaventuranzas, de Adolfo Chércoles… la lista sigue y sigue. De todos ellos hemos aprendido algo; nos han hecho reflexionar y gracias a ellos nos hemos acercado a la Palabra.Panta Rei compartiendo vida.

La pandemia  marcó mucho las dinámicas del grupo. Aunque hemos intentado tener varias reuniones on-line, no hemos tenido una buena experiencia con la tecnología y no conseguimos mantener el ritmo durante la pandemia. Así que, cuando las cosas volvieron a normalizarse un poco, solicitamos ayuda a Fernando Artigas para reflotar el grupo. Estamos en el proceso de volver a encontrar nuestro ritmo, porque nos hemos quedado tres parejas “y media”, siete personas, y es un momento complicado. Nos reunimos cada tres semanas, intentando quedar al menos una vez al mes – la VidaReal™ se inmiscuye de forma inexorable, es lo que tienen los hijos adolescentes… – y estamos abiertos a incorporar sangre nueva a nuestro grupo (si bien sabemos que nuestros ritmos son complicados).

Tenemos pendiente una mayor implicación en la vida parroquial, pese a que siempre andamos limitados de tiempo. La mayoría hemos colaborado en distintos servicios de Guadalupe a lo largo de los años, pero siempre de forma individual. En el equipo de Liturgia, en Pastoral Bautismal, en la revista parroquial, en distintos coros… hemos participado en la medida en que nos ha sido posible. Además, los hijos adolescentes de dos de las parejas están en los grupos de la parroquia, con gran alegría para todos porque así tenemos más lazos que nos unen a Guadalupe.

Resumiendo, somos una comunidad muy alegre y, a pesar de los momentos duros que hemos vivido, la alegría, fraternidad y tolerancia han sido siempre nuestra seña de identidad.

 

Basileia

Ha habido suerte, cuando nos ha pedido la revista una foto de la comu , empezamos a buscar y sí, tenemos una foto reciente de todos, excepto de la delegada que tenemos en Badajoz. Es de la celebración de Reyes de este año.

Poniéndonos históricos hay que decir que la comu empezó a rodar en la convocatoria del entonces Catecumenado del curso 1993-94; y empezamos a reunirnos en octubre de 1993. No tenéis más que tirar de calculadora para saber los años que llevamos calentando sillas en Guadalupe. Durante unas pocas reuniones llegamos a ser 40 personas. Se fue reduciendo el número y con subidas y bajadas, entradas y salidas, ahora somos 14, más la delegada que por razones de trabajo y familia volvió a su tierra. De los 15 totales, 7 estamos desde el principio, los demás son felices encuentros que nos han ido aportando luz y sal a la comunidad y sin los que hoy no nos entenderíamos.

En los años iniciales con el acompañamiento, entre otros, de Cecilia, de Juan Mojarrieta, de Domi, del entonces MSpS Gerardo vimos el significado y la importancia de nuestra colaboración en la presencia del Reino de Dios en este mundo. Por eso, cuando propusimos nombres para la comunidad, elegimos BASILEIA, que es la palabra griega con que aparece el Reino en las Escrituras. Es un nombre con el que, realmente, nos encontramos muy a gusto.

Durante los primeros años nos ocupamos de consolidar el grupo con actividades conjuntas, fines de semana de trabajo y ocio, vacaciones comunitarias, etc.; todo esto nos ayudó a conocernos, valorarnos y unirnos.

Siempre hemos sido una comunidad muy heterogénea tanto en situaciones personales, como en edades y talantes; y siempre  hemos considerado esta diversidad como una oportunidad de crecimiento personal y comunitario más que cómo un inconveniente. Con todo ello, y sin negar que ha habido conflictos, estos  nos han servido para ser más tolerantes y comprensivos; hemos sentido profundamente la marcha de los que se fueron, a los que deseamos lo mejor. 

En cuanto a nuestro funcionamiento,  al principio del curso hacemos una programación en la que consensuamos, generalmente, 2 temas que se desarrollan en los dos cuatrimestres en que dividimos el curso. Nos reunimos todos los jueves por la tarde, salvo que haya una previsión de una asistencia muy minoritaria. Solemos empezar con media hora de oración, para seguir con el tema que estemos desarrollando o algún otro que sea necesario tratar en ese momento. Dedicamos especial atención a los tiempos litúrgicos de Adviento y Pascua con una reunión específica. Procuramos asistir en un número significativo a alguna de las tandas de  los ejercicios parroquiales. 

Como señas de identidad destacamos:

El eje central en el que se apoya nuestra marcha comunitaria se basa en una identificación plena con el objetivo general de las comunidades,  a saber, compartir Fe, Vida y Compromiso como camino para facilitar lo que entendemos que es el fin último de la comunidad: el encuentro personal con Jesús, cada vez más profundo y transformador.

Seguimiento de Jesús y apertura al Espíritu. Cómo no podía ser de otra manera, Jesús y sus enseñanzas a través de las Escrituras y otros textos,  son la permanente referencia para nuestros comentarios, posiciones y actuaciones. Mejor decirlo con palabras de Jesús: Él es el camino, la verdad y la vida; y como comunidad  pretendemos ser un signo de su presencia en un mundo generalmente contrario a sus valores, aunque estos barnicen muchas actitudes y costumbres de nuestras tradiciones y consensos populares. 

Perseverancia. En los momentos más bajos  de ánimo por varias salidas de la comunidad u otras circunstancias,  contemplamos  la  necesidad de recurrir a un “ojo externo”. y así lo hemos hecho.  La aportación de esa mirada externa ha sido la de RECONOCER LA REALIDAD cómo la más potente palanca de cambio en lo individual y grupal. Fue muy útil y supuso un debate y discernimiento comunitario. El primer resultado del debate ha sido la decisión de perseverar y mantener el esfuerzo comunitario, reconociendo lo que nos enriquece a cada uno. El resultado es nuestra permanencia, ya, un tanto larga. 

Comunidad acogedora. El otro resultado del discernimiento comunitario ha sido una clara decisión de apertura como expresión de nuestro sentir fraterno y solidario con quienes quieran acercarse a nosotros. Dejamos que la realidad del entorno transforme la comunidad. Y la ha transformado, nos ha transformado,  positivamente, con la incorporación de personas que han aportado y aportan: nuevas visiones, profundidad de planteamientos y una reducción en la media de edad. Todo ello ha sido y es bueno para la marcha de la comunidad y  ha potenciado un sentido afectivo y sano de pertenencia, lejos de exclusivismos.

Comunidad viva. Nos olvidamos de rigideces en los temas que tratamos y estamos muy atentos a lo que nos va pasando a cada uno, dejándonos afectar por las problemáticas particulares, dificultades personales o temas puntuales que sea necesario comentar. Somos celebrativos en Navidad, Reyes, cumpleaños y lo que se va presentando. 

Compromiso Parroquial. Bastantes de los componentes del grupo participan, o han participado, en las diferentes áreas parroquiales: Pastoral de Adultos, como responsables de la pastoral y acompañantes; Comisión de Economía, Equipos de Liturgia; miembros del Consejo Pastoral y de la Coordinadora de la P.A.; Pastoral Bautismal; C.P.M. y miembros de la directiva y socios de Dignidad y Solidaridad.

Compromiso social. Personalmente colaboramos, o hemos colaborado, en diversas ONG: Alternativa en Marcha, Amnistía Internacional, Jesús Caminante, Acope, Comunidad de Asís y Karibu. También es un signo del compromiso social comunitario el Fondo económico que anualmente vamos ajustando a los proyectos que nos llegan y a nuestras posibilidades. Preferentemente apoyamos proyectos educativos y de desarrollo en el tercer mundo y de carácter más asistencial en el cuarto mundo. No tenemos un proyecto comunitario en que estemos todos implicados, pero sí  vivimos comunitariamente los proyectos en que cada uno participamos.

Puntos débiles. Que también los hay:  En primer lugar, una cierta dispersión al tratar temas difíciles, en los que nos cuesta ser concretos y claros. En segundo lugar, la veteranía del grupo con edades entre los de 80 y 50 años y los  muchos compromisos familiares y sociales que esa franja de edad conlleva, lo que hace que la atención a la comunidad se vea un poco debilitada. 

Lo mejor que se puede decir de la comunidad y de nuestra cercanía mutua, es lo que uno de nosotros dijo: 

“ES UN ÁMBITO EN EL QUE NO NECESITO FINGIR LO QUE NO SOY”.

Bueno, el contador de Word dice que ya estamos en las palabras adecuadas para el espacio que tenemos, así es que nos despedimos hasta que nos veamos cualquier día por los pasillos, salas o capillas de nuestra querida Guadalupe. Abrazos a todos.

BASILEIA

Itaca Diem

ITACA -DIEM nació en el año 2000 de la unión de dos comunidades de Pastoral Juvenil, Ítaca, creada en 1992 y Carpe-Diem, creada en 1990. En aquellos días ambas comunidades pasaban por momentos de crisis por varios abandonos. Éramos un grupo de tres y otro de cinco. Nuestro cura de referencia entonces, Charlie, nos propuso conocernos para unir fuerzas y destinos.  Y así empezó esta historia que dura ya 21 años de amor, de fe y de vida. Durante estos 21 años hemos llegado a ser 22 personas; en la actualidad formamos la comunidad nueve personas de entre 47 y 53 años.

El nombre compuesto es una llamada del Espíritu Santo: por un lado, para ser lo que fue Ítaca para Ulises, el destino tras un viaje animado por la esperanza y, por otro, en alusión al famoso Carpe diem, para disfrutar de ese trayecto acompañándonos con lo que la vida disponga.

Acompañar la vida es algo característico de nuestra comunidad. Hay solteros y casados, y estos, con hijos y durante todos estos años hemos aprovechado sacramentos que han jalonado la vida de los hijos de algunos de nosotros (bautismos, comuniones, confirmaciones… ) para vivir y celebrar esos momentos relevantes todos juntos. Nos hemos acompañado cuando hemos tenidos que discernir para tomar decisiones importantes tanto en el plano personal como profesional. Y en esos discernimientos la oración ha sido determinante: la oración a María y a Jesús para que nos iluminaran y tomaramos decisiones que contribuyeran a la construcción del Reino.

Hemos tenido reuniones semanales unos 15 años, y luego pasamos a quincenales, siempre en fin de semana, sobre todo los domingos,  aunque últimamente alternamos viernes y domingos. Siempre comenzamos nuestras reuniones con una oración.

¿Y cómo preparamos las reuniones? Hemos tenido años en los que las organizábamos de 2 en dos y otros por grupos de 4 o 5 personas. También ha habido momentos en que era un quien las preparaba Nos funciona bien el poner roles delegados, por ejemplo: la/s persona/s encargada/s de economía,  de eventos,  de la relación con parroquia, padrinos para los que entraban en la comu, parejas de acompañamiento vital…

Para compartir la vida nos ha funcionado muy bien tener reuniones trimestrales en casa de alguno de nosotros al tiempo que compartíamos una cena.

Con respecto al contenido de las reuniones, hemos utilizado distintas herramientas y recursos. Hicimos un taller allá por 2003 con Nino Movilla sobre cómo hacer el proyecto comunitario que fue muy revelador. Otros años hemos seguido el ciclo de talleres sobre Las bienaventuranzas que se hizo en Guadalupe, y a veces, hemos seguido capítulos de un libro, por ejemplo, La vida iluminada DE Joan Chittister.

Varias personas de la comunidad trabajan en ONGs y Asociaciones de lucha por los Derechos Humanos y la mejora de condiciones sociales de gente desfavorecida. Durante estos años hemos colaborado económicamente con algunas de esas asociaciones con un fondo comunitario en el que cada uno aportaba según su situación económica.

Participamos en la vida de Guadalupe (algunos colaboramos en algún servicio pastoral como es el CPM); intentamos que uno de nosotros siempre acuda a las ORES (oración al ritmo del Espíritu); nuestra representante asiste a la reunión de representantes de comunidades de la Pastoral de adultos; etc.

Todos los años, en Navidad, organizamos un encuentro con nuestras familias al que invitamos a los antiguos miembros de la comu. Y celebramos el nacimiento de Jesús cantando villancicos y compartiendo turrones y polvorones.

Hemos vivido las Pascuas de varias maneras. En general, al tener niños, solemos incorporarnos a las celebraciones de la parroquia en la medida de lo posible y hacemos esfuerzo para ir todos los que podemos a la celebración de la Pascua de Resurrección y también intentamos acudir a los Ejercicios Espirituales de Guadalupe; cuantos más de nosotros mejor, y siempre que podemos, juntos.

Antes del confinamiento, hacíamos una convivencia en verano con familias para compartir vida y fe. Esa convivencia servía de cierre del curso y previsión del siguiente. Normalmente íbamos a casas de espiritualidad en la sierra madrileña.

Actualmente estamos en un momento de revisión. Al comienzo de este texto comentábamos que somos 9; éramos 12 , pero  al inicio de este curso 3 miembros de la comunidad han decidido no continuar. Por ello, estamos de nuevo en un momento de discernimiento junto con  Fernando, que nos ayuda a reflexionar sobre cómo seguir creciendo, cómo actualizar nuestra misión, visión y valores y qué aprendemos de lo vivido en este tiempo de pandemia para no caer en los fallos que nos han debilitado.

Estamos abiertos como comunidad nuevas incorporaciones y, tratamos de ser flexibles para que todo el que esté se sienta a gusto y pueda conciliar la vida en comunidad con otros aspectos de su vida. Quizás esta característica ha jugado a favor y en contra de la comu. Por un lado, ha permitido estar a gente que apenas podía compartir tiempo y presencialidad, pero a la vez esto hacía más lento el compartir vida y el tomar decisiones de comunidad.

Somos alegres y acogedores;  flexibles y reflexivos (tal vez también un poco lentos) en la toma de decisiones; cumplidores y organizados (siempre tenemos calendario de reuniones compartido en Gcalendar). Somos también cariñosos y detallistas: siempre nos felicitamos los cumples, santos y aniversarios.

Usamos las redes sociales y las apps para sentirnos cerca y compartir más fácilmente aspectos de fe, vida y compromiso.

El futuro nos preocupa e ilusiona a partes iguales.  Creemos que El Espíritu Santo sopla y estamos escuchando lo que tiene que decirnos junto a los Misioneros del Espíritu Santo. Son tiempos difíciles y al tiempo, estimulantes. Seguimos caminando hacia Ítaca disfrutando el día a día con actitud Carpe diem.

Y, como nos dijo Dolores Aleixandre en una ocasión, entendemos y vivimos la Comunidad como un lugar hogareño en el que estar en pantuflas.

Comunidad Promesa

Según tu promesa

“Acógeme Señor según tu promesa y viviré; que no quede frustrada mi esperanza” Sal 119, 116

El grupo Promesa nació en torno a la Eucaristía en un tiempo fértil y superabundante dentro de la Parroquia de Guadalupe.  Como un imán, muchos fuimos atraídos y congregados alrededor del altar de la misa de 11:45. Sergio Delmar MSpS desbordaba su experiencia de Dios y la comunicaba a chorros ante una asamblea embriagada y colmada. En una homilía sobre las Bienaventuranzas proclamaba: “El Señor nos dice: ¡Sé feliz, desenfrenadamente feliz!”. Sergio volcaba esa pasión y esas certezas profundas llenando el ambiente de esperanza.

De su mano, fuimos durante muchos años un grupo atípico y original. Heterogéneos en edad, con situaciones vitales muy diferentes y experiencias en la fe diversas.  Nuestras reuniones de los viernes eran de alto voltaje, un compartir sincero, abierto y comprometido. Y un aprendizaje constante. Primero de todo, el acto de apapachar.  Formábamos parte del área parroquial de las Obras de la Cruz y bajo el buen auspicio de Concha crecíamos en sabiduría, en estatura y en gracia de Dios.

Cuando las Obras de la Cruz desaparecieron del organigrama parroquial, fuimos durante un tiempo como los irreductibles galos: negándonos a entrar con calzador en modelos parroquiales rígidos en los que no nos sentíamos representados.  Pese a nuestra aparente anarquía fuimos el primer y único grupo de la parroquia en admitir a toda persona que se acercara buscando a Dios. Nuestro catalizador, Fernando Artigas MSpS, que nos debía querer mucho, pensaba que la sanación para muchas personas pasaba por formar parte de Promesa. “Bendito sea el Señor que ha dado el descanso a su pueblo Israel, según todas sus promesas; no ha fallado ni una sola de las palabras de bondad que prometió por medio de Moisés su siervo” 1 Re 8, 56. Con todo, nunca nos hemos replegado dentro de nuestros límites comunitarios. Hemos sido agentes de la Pastoral Infantil, ministros de la Liturgia, animadores del CPM, miembros del Consejo Parroquial, de Dignidad y Solidaridad y agentes de la Pastoral Bautismal.

Han pasado 30 años desde aquel comienzo bendecido. Juntos lo hemos vivido todo y, en ese juntos, el nombre de Fernando Artigas MSpS tiene una especial resonancia. Desde el nacimiento a la muerte, nos ha acompañado, como sacerdote, amigo y hermano haciendo de ello una celebración. Su vocación de servicio es el de una madre que se extralimita derramándose por sus criaturas. Una madre que baila rock & roll como nadie y tiene el repertorio de chistes más amplio que se pueda imaginar.

Nuestro lema es “ora et devora” y define bien nuestra esencia. Caminamos hacia Dios orando y ocupándonos de lo concreto. Somos un grupo acogedor y disfrutón. No somos los mismos que empezamos. En el camino, unos han partido y también hemos sido bendecidos con nuevas incorporaciones.  En este tiempo hemos vivido una experiencia de Iglesia: la presencia del Espíritu con los que enferman, marchan lejos a México, Holanda, Australia, Galicia… a un convento o traspasando el velo; allí donde la vocación o la vida nos hayan llevado. Hemos comprobado cómo la distancia se convierte en cercanía y hemos podido disfrutar de la luz de cada uno, reflejo del amor con el que el Señor nos cuida.

En nuestro camino nos ha movido la sed de la cierva en busca de corrientes de agua. En el año 1991 un primer grupo de los más jóvenes desembarcaron en Taizé. El impacto de un templo hecho con lonas y ladrillos a modo de candelabros, iconos orientales, el aroma inconfundible de la campiña francesa y las voces de miles de jóvenes alabando a Dios estremecieron profundamente a esta delegación del grupo Promesa. La reciente caída del muro de Berlín y el encuentro con jóvenes del Este, alrededor de la presencia inconfundiblemente bondadosa del hermano Roger, marcaron un antes y un después en nuestro grupo. Más tarde, fueron acudiendo a Taizé “los mayores” del grupo, que no eran sino jóvenes de treinta y pocos años con sus niños pequeños. Orar con los cantos de Taizé es para nosotros, hasta el día de hoy, una de las formas más bellas de silenciar el ruido interior y abrirnos a la contemplación de Dios.

Años más tarde, el grupo Promesa conoció otra realidad eclesial llena de vitalidad: la de los monjes y monjas cistercienses.  De ellos hemos aprendido a amar la Liturgia de las Horas, el canto de los salmos, la “lectio divina” y la rumia de la Palabra en los paseos por el claustro. Como escuchamos de una monja:

“Un monasterio es un agujero negro, que por su fuerza poderosa, momento a momento, nos va atrayendo hacia su centro. El centro de la vida monástica es Cristo y el ir descubriendo y viviendo sus misterios, nos atrae inexorablemente hacia Él”.

La vida del grupo también se ha ramificado en diversos pueblos rurales del norte de Burgos junto al sacerdote Mario “a secas”. Él, con su carisma hecho de fuego del Espíritu Santo, movilizó durante muchos años a un nutrido número de miembros de Promesa, quienes asistían las necesidades litúrgicas de las aldeas vecinas durante la Semana Santa. Todos ellos, con sus niños pequeños, contribuyeron a dar vida a las celebraciones y maravillosamente, los vecinos siempre aceptaron con naturalidad la presencia de mujeres detrás del altar, oficiando la liturgia de la palabra. Los tiempos con Mario fueron y siguen siendo “kairós”, ocasiones para el encuentro con el Dios más inesperado. Un refuerzo para la esperanza.

Hoy por hoy, cada viernes en el salón parroquial sentimos que volvemos a casa. En ese espacio somos queridos solo porque sí y nos sentimos sostenidos en los momentos dulces y agridulces de la vida. Con Jesús, siempre con Él, la oración vertebra nuestra reunión y nuestra vida. En cada salida al campo, en cada excursión juntos, en cada conversación y, sobre todo, de nuevo entorno al altar de la Eucaristía, reconocemos que Dios ha sido fiel a su promesa. Y seguimos bendiciendo y agradeciendo lo que esté por llegar, felices de tenernos los unos a los otros, abiertos a la esperanza, a la sorpresa y al futuro que construimos en el día a día.

 

Agustina y Manolo M. Isa María y Miguel Ángel
Asun Luisa y Alberto David y Marta
Maite y Manolo P Ana y  Juan Carlos Fernando
Leire y Eduardo