25 años

Guadalupanos por el mundo

Volvemos a Panamá para esta importante cita. Los 25 años como misionero de nuestro querido Alfonso.

25 años

Hace no mucho, compartí en la parroquia de Guadalupe de Madrid, una entrañable racha de celebraciones de bodas de plata. Qué será vivir eso, me preguntaba, e, intuitivamente, la idea que lanzaba es que, después de 25 años, la aventura casi no ha hecho más que empezar. Sí: más canas, más tripa y, seguramente, más problemas y decepciones, pero felices, acompañados y queridos. Agradecimiento por lo vivido y porque la vida compartida fue sacando lo mejor de cada cual. Con una sabiduría de vida que sabe afrontar vientos y mareas y distinguir lo realmente importante. Sabiendo que los fracasos y fallos fueron suplidos o superados desde el amor y la fe. Con una mirada esperanzada en el futuro.

Todo llega, y ahora me toca a mí celebrar 25 años de profesión religiosa. Lo hago así, discretamente, simplemente compartiendo contigo estas líneas con algunas de las cosas que se han removido por dentro…

Quizá haya alguien que se acordará: en la parroquia Santa Teresa de Jesús, en Tres Cantos, un 12 de septiembre de 1992, día en que en algunos lugares se celebra la fiesta del Dulce Nombre de María.

En España, 1992 fue el año de la Exposición Universal de Sevilla, del AVE, del tratado de Maastricht, del hundimiento del petrolero Mar Egeo, de los 500 años de la llegada de Colón a América y de los JJOO de Barcelona. Seguían los atentados de ETA, comenzaba a cuajar el movimiento 0,7 y también la crisis económica que duró esa vez, dicen, hasta 1996. El consumo de heroína mataba y provocaba estragos en las familias. Ya entonces hablábamos de los 8 millones de pobres en España.

En la Congregación de los Misioneros del Espíritu Santo vivíamos la reciente creación de las Provincias, con grandes aspiraciones… También las comunidades de España soñábamos fundar otra comunidad más…

En medio de estos acontecimientos, vivimos con sencillez la profesión religiosa. Éramos dos novicios Misioneros del Espíritu Santo celebrando la llamada de Jesús y nuestra respuesta. Al mes, fue la pascua de Roberto Mejía, tan querido.

En esa época no teníamos ordenadores, ni móviles, ni cámaras digitales… Las fotos, después de tanto tiempo, a saber dónde habrán quedado… así que no tengo a mano material para ilustrar aquel evento.

A los pocos días, tuve unos días de vacaciones y pude ir de excursión, mochila al hombro, con gente muy querida a la sierra de Gredos. Al cabo de los años, vuelvo la mirada atrás y descubro que lo que aconteció fue programático: tuve que dejar al grupo para hacer una travesía de un día, para coger el bus y llegar a tiempo a la comunidad. Desde el Circo de Gredos hasta la plataforma de Guisando, para, finalmente, llegar andando a Arenas de San Pedro. Llegué. Con una fuerte insolación. Hecho un guiñapo. Superando la adversidad y la debilidad del momento. Eso sí, sabiendo a dónde llegar. No me perdí, no.

De manera que así comencé estos 25 años que han supuesto dejar, partir, continuar con esfuerzo, a veces sintiéndome un guiñapo, con rumbo, a veces incierto, sí, y aprender a dar la vida. Confiando llegar al destino. Siguiendo las huellas del que “pasó por el mundo haciendo el bien” (Hch 10, 38), el “que me amó y se entregó por mí” (Gal 2, 20) y me invita siempre a “salir a las encrucijadas de los caminos invitando a la fiesta del Reino” (cf. Mt 22,9) en una dinámica, no a mi manera, sino a la de Él (Is 55, 8-9). Honestamente, creo que así es como he madurado y sacado lo mejor de mí. También, al repasar este tiempo, uno cae en la cuenta de lo que ha desperdiciado de tiempo, de cómo me he dejado vencer con dinámicas egoístas, lamentado todo el bien que debí hacer y no supe o no quise…

En las encrucijadas de los caminos me he encontrado con gente estupenda: en Tres Cantos, en Zaragoza, en Madrid, en Comalcalco y, ahora, en Panamá. Hermanos de comunidad, amistades, acompañantes, pastorales, trabajando juntos, compromisos, gente haciendo mucho más bien que yo… Estoy muy agradecido. Me han hecho crecer, me han escuchado, me han animado, me han confrontado. Me han hecho ver lo bueno que es Dios. Gracias de corazón.

Durante estos años, mi familia también ha vivido intensamente: ha crecido, ha sufrido, mira con ilusión hacia adelante. Mi madre, mi padre (+), mis hermanas y sus esposos e hijos son también un regalo. Ahora quedan a distancia….

Durante estos 25 años no ha habido ningún español más que haya respondido a la llamada a ser Misionero del Espíritu Santo… y solo queda una comunidad en Madrid. Como Congregación, nos prestamos a vivir con sentido la minoridad y el envejecimiento, en búsqueda de replantear las estructuras y con poca perspectiva de crecimiento y de vocaciones… Ni acá, ni allá, ni acullá.

Buscando, decimos, “resignificarnos”, vivir con esperanza, desde Dios, optando decididamente por el cuidado de las personas y de la Creación… Es posible que en esta travesía también sufra insolaciones y quede derretido, pero confío en que juntos llegaremos a donde nuestro buen Dios quiera llevarnos.

Tras 25 años, me encuentro uniéndome a un modesto proyecto parroquial, habiendo dejado gente querida, atravesando mares, con una mochila cargada de experiencia, madurez y sabiduría, para conocer, escuchar y proponer con humildad…

Ahora, en 2017, hablamos en Panamá de la corrupción, de los “papeles”, de las inundaciones, de la tremenda desigualdad en la que vivimos, de la devastación ecológica, pero también de su hermosura y de la buena gente que la habita. Hablamos de la JMJ 2019, de los atascos infernales de cada día, del pésimo sistema de salud, de las pensiones que no dan para vivir, de la discriminación, pero también de las fiestas, los desfiles y de la novedad que aporta el Evangelio como fuerza para vivir.

El regalo que recibo hoy y que te comparto es este poema de M. Benedetti, que expresa muy bien mi gran “tentación” y mi gran “invitación”, acompañado por la música de J. S. Bach: “Jesús, mi alegría” BWV 227 https://www.youtube.com/watch?v=a4SKrGYMp7A (el reggae panameño y el vallenato no me acaban de cautivar):

«No te salves»

No te quedes inmóvil
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora
ni nunca
no te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo
pero si
pese a todo
no puedes evitarlo
y congelas el júbilo
y quieres con desgana
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo
sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados
pesados como juicios
y te secas sin labios
y te duermes sin sueño
y te piensas sin sangre
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvil
al borde del camino
y te salvas
entonces
no te quedes conmigo.