¿Dónde naciste y cómo fue tu infancia?
Nací en Veracruz, Veracruz, México. En la costa central del golfo de México.
Recuerdo que en mi infancia solía jugar mucho. No fui particularmente inquieto, pero sí hacía travesuras con mi hermano mayor. Alguna de esas travesuras se las hacía a mi hermano. Mi familia es pequeña. En casa: Mi mamá, mi hermano y yo. Y buenos, recuerdo las reuniones familiares donde se juntaban mi abuela, mi tía abuela, mis tíos, tías y primos.
¿Desde cuándo conoces a los Misioneros del Espíritu Santo, cuándo y por qué quisiste ser uno de ellos?
Conocí a la congregación hace unos 10 años, por medio de las Hijas del Espíritu Santo (una congregación fundada por el P. Félix Rougier. Así que son nuestras hermanas).
Yo participaba en una parroquia diocesana en Veracruz. Ahí surgió en mí la inquietud vocacional. Unos años después, conocí a la congregación y empecé mi acompañamiento vocacional. Para mí, ese acompañamiento fue muy valioso. Me ayudó a descubrirme desde la mirada de Dios. Eso fue lo que me motivó a entrar con los Misioneros del Espíritu Santo: poder acompañar a otros en su camino de fe. Entre a la congregación, a la primera etapa de formación (postulantado) el 23 de agosto del 2015.
¿Dónde estabas y qué hacías el año pasado por estas fechas?
El año pasado estaba en Mérida, Yucatán. Por estas fechas, estaba acompañando a la PJV de la parroquia. En mi proceso formativo, estaba iniciando el segundo año de la etapa de servicio apostólico.
¿Qué es lo que más te ha sorprendido de la Parroquia de Guadalupe de Madrid y de la ciudad de Madrid?
Me ha gustado encontrarme con el proceso de la planificación estratégica, porque me habla de una comunidad que está caminando y que quiere responder a los retos, que como Iglesia y sociedad, tenemos hoy.
De Madrid me ha impresionado sus diversas. Encuentro personas de muchos lugares de España y del mundo. Se me hace una ciudad muy bonita. Los edificios del centro, me encantan. Tiene un encanto muy particular.
¿Qué esperas de tu nuevo destino en Madrid?
Lo que espero es poder compartir quién soy y, especialmente, mi experiencia de Dios. También, por el hecho de estar en otra cultura, aprender mucho de otros modos, crecer en la fe y como persona al acoger lo que los demás me comparten de sí.
Como misionero del Espíritu Santo que está en formación, creo que experiencias como estas, ayudan a servir mejor a las personas. Algo por lo cual nos consagramos.