Este hermano vuestro, os escribe tras haber recibido un bálsamo de evangelio durante esta jornada de los SIN HOGAR.
En esta ocasión, Dios me permitió acompañar de diferentes maneras esta jornada, por lo cual, pude ser tocado por la experiencia desde diferentes ángulos.
Fue una experiencia de Iglesia, de hermanos y hermanas convencido de la necesidad de compartir gratuitamente con los hermanos en situación de calle, sin hogar.
La motivación por parte de Caritas y las diferentes organizaciones que inciden en esta preocupante agenda, fue muy significativa. Desde el mismo cartel, avisos dentro de las diferentes eucaristías o el pequeño monumento en el hall parroquial.
Personalmente me dejó un buen sabor a evangelio escuchar las intervenciones del panel parroquial. Os comparto algunas luces y mociones recibidas:
Hacerse amigo de los y las personas que viven esta realidad es esencial, lo cual significa ir más allá del compartir alimentos. Hablamos de un proceso de vínculo, que se construye lento y complejo, que pide perseverancia de los voluntarios.
Me escandalizó que la mayoría de los “sin hogar”, son personas jóvenes y con estudios, que con frecuencia hay que incluir el ofrecer el aprendizaje del español y que una agenda central es compartir su soledad en una dinámica intensa de descubrimiento recíproco. El saldo general es muy positivo y consolatorio. Dios se hace presente en el otro/a.
Que no todo es miel sobre hojuelas, se han cometido errores como parte del ejercicio del amor solidario. Que es necesario evaluar y procesar los efectos emocionales que nos provoca el contacto con el dolor, la carencia y la frustración.
Los/as que compartieron su testimonio confirmaron el valor de hacer este trabajo en equipo, de cobijarlo con oración y la cosecha de las confirmaciones recibidas en la tarea. En hora buena, hermanos y hermanas que se descubren en esta tarea.
Por último, exhorto a compartir con los hermanos/as de parroquia los regalos recibidos desde los excluidos, desde la teofanía de Dios en el pobre.
El Nabí