Cuéntame cómo pasó (Comunidad Talitha)

Hace bastantes años (¡vaya eufemismo! sí, porque no son bastantes: son muchos años, ya que son treinta y cinco), se habían formados dos grupos de matrimonios, integrados en la Pastoral Familiar de la Parroquia de Guadalupe.

Sus nombres eran BETANIA y HOSANNA. Formados por seis y cinco matrimonios respectivamente, estuvieron juntos más de diez años. Por diversas circunstancias de la vida, hubo un momento en que llegaron a su fin.

Pero sucedió que dos matrimonios de cada grupo deseaban vivamente seguir su andadura en la Parroquia. Se conocían de múltiples actos realizados en Guadalupe compartiendo buena parte de sus vidas. Hablaron y decidieron seguir caminando juntos. De Betania fueron Angelines y Antonio Buil y Charo y Carlos Cortés. De Hosanna, Josefina y Fernando Arnaldo junto a Rosa y Joaquín Insa. Queríamos recuperar el ánimo que quizás se había resentido al dejar nuestros anteriores grupos. Necesitábamos desembarazarnos del desánimo y empezar de nuevo. Hicimos nuestras las palabras de Jesús invitándonos a levantarnos y a salir.

Por eso elegimos, después de pensar y debatir diversos nombres, el mandato de: “TALITHA KUMI”, que significa “LEVÁNTATE NIÑA”.

Nos motivó y nos reanimó. Fue un mensaje de ánimo para el nuevo grupo. Era para nosotros un mensaje ilusionante para proseguir el camino. Y así nació nuestra NIÑA. Y se LEVANTÓ.

Como es norma de vida, la niña (el grupo), creció y se incorporaron Piluca y Pepe Pardos. Vinieron a enriquecer el grupo con las aportaciones de su amistad y vida.

A lo largo de tantos años de compartir fe, vida y compromiso, en los que hemos intentado llevar a nuestras vidas los lemas de nuestra parroquia y así hacer más presente a Jesús en nuestras vidas, también han existido multitud de ocasiones en las que hemos caído; cantidad de obstáculos y tropiezos que nos da la vida.

Pero hemos oído siempre “TALITHA KUMI” y, con dificultades, nos hemos ido levantando. Unas veces poco a poco. Otras rápidamente. Caer y levantarnos. Lo seguimos intentando cada día.

En realidad, cada uno de los miembros del grupo nos sentimos pequeñas gotas de agua, sin importancia y sin aparente valor, pero cuando están juntas se aprecia su belleza interior y fluyen unas al lado de las otras para desembocar en un gran río. Un río que formamos junto con el resto de grupos y comunidades, y que con la ayuda de Guadalupe sigue su curso al encuentro del infinito amor de Jesús.