Llegó el momento de cerrar una nueva etapa en mi vida… el momento de la Jubilación.
Parece mentira: 32 años, 11 meses y 15 días. Más de 12000 días… La mitad de mi vida en esta “santa” casa. ¿Quién me lo iba a decir?
Miles de vivencias, de rostros, de historias… Creo que es el momento de escribir mis memorias, pues, aunque a algunos les parezca que mi labor es rutinaria y aburrida, el trabajo en esta parroquia es de lo más variado.
Llevo en mi corazón y en mi mente las historias de los cientos de chavales que se han preparado y han hecho su Primera Comunión en estos años. Los jóvenes y adolescentes a los que he visto crecer, emparejarse, casarse y que vuelven a traer a sus hijos a bautizar y a hacer su Primera Comunión… en la rueda sin fin de la vida.
Las miles de personas que han pasado por las comunidades de Guadalupe. Las que siguen, a pesar de los años y los achaques. Las que desaparecieron un buen día a sembrar en otras comunidades o rincones del mundo. Las que reaparecen, pasado un tiempo, y exclaman: “¡Caramba, Laura! ¿Todavía sigues aquí?”
El otro día me ocurrió una anécdota que resume bien lo que todos me habéis comunicado en un momento u otro de estos últimos meses: Un hombre, a quien solo conozco de momentos puntuales en mi despacho, se enteró casualmente de que ya me jubilaba y, aunque nuestra relación hasta ahora había sido meramente “administrativa”, me dio dos besos y, deseándome buena suerte, me dijo: “La echaremos de menos”.
Sí. Creo que yo también os echaré de menos, pero llega el momento de la despedida y de dar GRACIAS: lo primero, a nuestro buen Padre Dios, que me puso en el camino a Guadalupe; después, a todos y cada uno de vosotros, que me habéis “dado la lata” a diario con vuestras consultas y vuestro cariño… A todos, laicos, religiosos y sacerdotes que, de una u otra manera, habéis ensanchado mis horizontes y mi corazón.
Como ya dije en una reflexión que escribí cuando se cumplían mis Bodas de Plata:
“Mi cabeza es un collage de caras, nombres, historias… Y mi corazón es como una de esas colchas que tejían nuestras abuelas con mil retales de lana e hilos de colores: un auténtico «patchwork» formado por montones de cachitos de corazones de tantas personas como han pasado por esta santa casa.”
GRACIAS a todos los que habéis estado y estáis por vuestro cariño y afecto. Querría, si pudiera, abarcaros a todos en un gran abrazo.
Laura Ramos, 14 de diciembre de 2017