Oración temática: ¿Refugiados?

El pasado 27 de enero nos pusimos en la piel de los que se ven forzados a abandonar su casa por causa de la guerra, la pobreza o la persecución de toda índole.

Comenzamos nuestro viaje escuchando el sonido del viento que azota las ruinas de sus hogares o barre las calles desiertas de sus poblados o ciudades abandonadas, recordando que sus vidas, en algún momento, habían sido semejantes a las nuestras:

“Éramos personas corrientes, con la rutina y la normalidad escrita en nuestras agendas. Vivíamos en una ciudad, en la que teníamos una casa donde compartir y aprender lo esencial de la convivencia. Todos los días, salíamos de ella para trabajar, hacer la compra, y encontrarnos con nuestros amigos y familiares. No nos faltaba el alimento ni el agua. Siempre podíamos volver a nuestro hogar y siempre había un motivo para celebrar. Todo estaba en orden. Todo estaba a nuestro alcance.

Las tensiones en el país fueron creciendo y la guerra, que contemplábamos lejana en las noticias, se fue acercando, inexorable.

La guerra lo cambió todo.

Un día, sin dar explicaciones, destruyó nuestra casa y nuestras calles, y nos dejó en medio de un mar de escombros donde todos carecíamos de todo y el miedo nos movía a salir huyendo, a buscar refugio.

La guerra nos cambió el nombre. Pasamos de ser ciudadanos a ser buscadores de refugio, refugiados.»

Y recordamos con un video de ACNUR todo lo que dejan atrás que son más que objetos: son las huellas de la normalidad que añoran y que nosotros, fácilmente, podemos reconocer:

Llegamos con lo puesto hasta la costa. Al otro lado, está la “tierra prometida”: Europa. El sonido de las olas no suena igual en sus playas. El mar es una barrera de kilómetros llena de incertidumbre y nosotros, al otro lado, tratamos de preparar nuestro interior para su llegada, releyendo el Evangelio:

Mateo 2, 1-2; 13-15

“Después que los Magos se marcharon, el ángel del Señor en sueños le dijo a José: “Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto”

Deuteronomio

23,8 “No considerarás como abominable al idumeo, porque es tu hermano; tampoco al egipcio, porque fuiste forastero en su país.”

24,17 “No torcerás el derecho del forastero ni del huérfano, ni tomarás en prenda el vestido de la viuda.”

Hebreos 13, 1-3

 “Permaneced en el amor fraterno. No os olvidéis de la hospitalidad, gracias a ella hospedaron algunos, sin saberlo, a ángeles. Acordaos de los presos, como si estuvierais con ellos encarcelados, y de los maltratados, pensando que también vosotros tenéis un cuerpo.”

Mateo 25, 35-41

“…porque tuve hambre, y me distéis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis… En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos, a mí me lo hicisteis.”

Lucas 10,33

“¿Quién es mi prójimo?” “El samaritano que iba de camino, vio a un hombre golpeado, que tenía necesidad de ayuda. Al verle, tuvo compasión, y acercándose, cuidó de él”

Pero su llegada a Europa no es como esperaban. El viaje les ha convertido en marginados de un mundo dividido entre los que miran a otro lado frente a su desgracia, los que rechazan al recién llegado por miedo a perder, los indecisos, … y unos pocos que les acompañan en su dolor y que denuncian el robo de su humanidad y de sus nombres.

Los Estados se afanan en construir vallas y nosotros buscamos un gesto que permita pasar a cada uno de los que llegan, al otro lado. Esta fue nuestra propuesta:

“Después de este rato de silencio, de escucha, quizás haya resonado dentro de ti la llamada de Dios, que no es sino la llamada de esas mujeres, hombres, niños y niñas, como tú y  como yo.

Y contra su  angustia y  su sufrimiento  vamos a elegir la Esperanza. Y la vamos a  mostrar y a contagiar, porque no vamos a quedarnos de brazos cruzados, lamentando lo que no hacen otros, o  justificados en que nada podemos hacer.

Al contrario, vamos a transmitir a los que tenemos cerca un mensaje positivo en el que toda nuestra  gente entienda que la crisis de refugio es algo en lo que todos y todas estamos implicados.

Si quieres, levántate, toma una barca de papel, escribe una palabra o tu nombre, y hazla pasar a través de uno de los agujeros de la valla metálica. En el otro lado, en “tu  lado” hemos colocado una pequeña manta que quiere representar tu sentimiento de acogida.

Al final de la celebración, entre todos, quitaremos la valla metálica, porque no caben fronteras en la casa del Padre y  puedes también  coger una de esas barcas y llevártela como signo del compromiso que quieras contraer”.

Y terminamos con una oración y una canción que nos mueva a la solidaridad sin límites.

“Señor Jesús, hoy nos llamas a acoger a los miembros de la familia de Dios que llegan a nuestra tierra escapando de opresión, pobreza, persecución, violencia y guerra. Como tus discípulos, también nosotros estamos llenos de temor y duda, e incluso sospecha. Construimos barreras en nuestros corazones y en nuestras mentes. Ayúdanos con tu gracia a desterrar el temor de nuestros corazones, que podamos abrazar a cada uno de tus hijos como a nuestro propio hermano y hermana y acoger a los refugiados con alegría y generosidad y a la vez respondiendo a sus muchas necesidades”.