Cuando recibimos el email para participar en la newsletter, nos inquietamos un poco. ¿Qué podríamos decir, cómo expresarnos? ¿Sería interesante, o un pestiño que nadie quiere leer? Pero luego pensamos que sería bueno para nuestra pequeña comunidad tener la oportunidad de volver a ver, de recordar lo que pensamos e hicimos desde nuestros comienzos…
Así que viajemos atrás en el tiempo, al inicio de nuestro grupo… [Música de Cuéntame]
Panta Rei (Todo Fluye) se inició hace la friolera de 23 años, con un nombre que, aunque no éramos conscientes en ese momento, nos iba a venir al pelo. Fuimos una de las últimas comunidades surgidas de Pastoral Familiar, y cuando empezamos éramos 8 matrimonios de distintas edades: Manuel y Laura, Carlos y Manuela, Manuel y María José, Ignacio y Concha, Javier y Ana, Manuel y Beatriz, Miguel y Victoria, Rafael y Belén… Algunos estábamos recién casados y con los cursos prematrimoniales todavía frescos en la memoria; otros ya teníamos una vida de pareja de largo recorrido. Nos reuníamos en la parroquia los viernes por la noche, con cena incluida… Los misioneros nos llamaban Panza Rei…porque normalmente había cena más que de sobra. Y la tradición de tomar algo en las reuniones se ha mantenido en el tiempo, aunque sean solo unas galletitas (como ahora, que tenemos las reuniones a las 5 de la tarde).
Luego comenzaron las llegadas de los hijos, tanto biológicos como adoptados, y las dinámicas del grupo tuvieron que ir fluyendo y adaptándose a las necesidades, intentando siempre compartir vida, oración y compromiso. Cambiamos el lugar y el día de las reuniones, de la parroquia los viernes a las casas, los sábados por la noche (siempre con cena incluida). Pronto vimos que reunirnos cada quince días era muy complicado, pues había niños pequeños, adolescentes… así que intentábamos reunirnos cada tres semanas. El calendario de reuniones iba alterándose y modificándose sobre la marcha, según las necesidades de cada uno.
Con el paso de los años algunas parejas se fueron, Beatriz y Manuel, Miguel y Victoria, Belén y Rafael… Un momento especialmente duro para el grupo fue el fallecimiento de Manuela, que durante varios años estuvo luchando contra el cáncer. Costó mucho encajarlo y adaptarnos a su ausencia. Al final, su pareja, Carlos, también dejó el grupo, aunque ambos siguen presentes de alguna manera con nosotros. Nos quedamos cinco parejas. Luego Ana se marchó y el grupo se quedó con los que estamos ahora: Manuel y María José, Ignacio y Concha, Manuel y Laura, y Javier. Y como somos pocos, y si falta una pareja las reuniones quedan un tanto desvaídas, preferimos reunirnos menos, pero estar todos. Esto supone que no podemos tener un calendario muy rígido; es un calendario que fluye y se adapta a la realidad de nuestra comunidad.
La presencia del Padre y la escucha fraterna han estado siempre muy presentes en las dinámicas de nuestro grupo. Aunque hemos tenido varios acompañantes (Juan y Lupe en los inicios, Marco, Toño, que estuvo muy involucrado con nosotros; Fernando en la actualidad, dándolo todo por el grupo…) es el padre Emilio el que quizás más nos haya marcado. Era nuestra guía e intentaba estar siempre en nuestras reuniones. También Marco, incluso cuando era párroco, nos dio mucha caña para que nos pusiéramos las pilas y encontráramos nuestro ritmo, nuestro estilo y nos invitó (más bien, nos empujó) a preparar un proyecto comunitario. Fue un trabajo intenso, pero muy bonito, que nos llevó varios años. Este proyecto nos ha servido para enraizarnos como comunidad y tener claro cuál es el camino que queremos seguir.
Durante los últimos años hemos querido profundizar en la Palabra. Para ello nos hemos apoyado en la lectura de diferentes libros y textos que nos han guiado e iluminado. Entre ellos, podemos destacar Jesús, hoy, de Albert Nolan; Camino de sencillez, de la Madre Teresa de Calcuta; Y Jesús les contó esta parábola, de Santiago García-Lomas; La alegría del Evangelio, del Papa Francisco; Las Bienaventuranzas, de Adolfo Chércoles… la lista sigue y sigue. De todos ellos hemos aprendido algo; nos han hecho reflexionar y gracias a ellos nos hemos acercado a la Palabra.
La pandemia marcó mucho las dinámicas del grupo. Aunque hemos intentado tener varias reuniones on-line, no hemos tenido una buena experiencia con la tecnología y no conseguimos mantener el ritmo durante la pandemia. Así que, cuando las cosas volvieron a normalizarse un poco, solicitamos ayuda a Fernando Artigas para reflotar el grupo. Estamos en el proceso de volver a encontrar nuestro ritmo, porque nos hemos quedado tres parejas “y media”, siete personas, y es un momento complicado. Nos reunimos cada tres semanas, intentando quedar al menos una vez al mes – la VidaReal™ se inmiscuye de forma inexorable, es lo que tienen los hijos adolescentes… – y estamos abiertos a incorporar sangre nueva a nuestro grupo (si bien sabemos que nuestros ritmos son complicados).
Tenemos pendiente una mayor implicación en la vida parroquial, pese a que siempre andamos limitados de tiempo. La mayoría hemos colaborado en distintos servicios de Guadalupe a lo largo de los años, pero siempre de forma individual. En el equipo de Liturgia, en Pastoral Bautismal, en la revista parroquial, en distintos coros… hemos participado en la medida en que nos ha sido posible. Además, los hijos adolescentes de dos de las parejas están en los grupos de la parroquia, con gran alegría para todos porque así tenemos más lazos que nos unen a Guadalupe.
Resumiendo, somos una comunidad muy alegre y, a pesar de los momentos duros que hemos vivido, la alegría, fraternidad y tolerancia han sido siempre nuestra seña de identidad.